jueves, 7 de mayo de 2009

Preguntas culturales respondidas por la epidemia

Por Cintli Luna

Cuando la situación de histeria ante la epidemia comienza a descender es cuando nos damos un respiro y finalmente comenzamos a preguntar y reflexionar acerca del papel de los medios de comunicación, pues finalmente sin ellos, la información no fluye de la misma forma.

Ante esta situación, fue increible la participación de la población, la mayoría de los mexicanos mostró interés en las problemáticas que día a día surgían, ya sea con la intención de informarse, prevenirse, cuidarse y compartir sus dudas mediante los multiples programas que medios de comunicación reconocidos en la radio, televisón, prensa e internet ofrecían. O con el peculiar humor que posee el mexicano ante cualquier situación creando videos, peluches, canciones e imagenes de burla. O simplemente con la finalidad de recopilar información en blogs, páginas y demás recursos que el internet ofrece para informar a la comunidad en general.

Un punto que me pareció de vital importancia, que al menos personalmente no escuché hasta muy avanzado el clima de histeria colectiva, fue el agradecimiento a los medios de comunicación y a los perodistas que cumpliendo con su labor informaron (o mal informaron en algunos casos) a todo el país, fue muy molesto escuchar alavanzas para los doctores y enfermeras (que bien merecido se lo tienen) y ni un "gracias" a los medios. No tengo nada en contra de la labor médica pues son de vital importancia para la seguridad social, sin embargo, pienso que los medios y sobretodo los masivos cumplen una función no menos importante que la de otras instituciones: la de informar y evitar las turbulencias. Pues al fin de cuentas, la información es poder, y en casos de emergencia significa tranquilidad.

Ya tocando el tema de la labor de los medios, encontré este artículo que habla precisamente de la labor de los medios, es una versión resumida, pero aún asi es muy buena.



Un laboratorio de experimentación social y comunicacional: en esto se ha convertido México en las semanas en que la alarma gripal llevó a cerrar todas las escuelas y universidades, los cines, teatros y restaurantes, nos dejó sin museos ni espectáculos. La abstinencia cultural se extendió a todo del país, pero ha sido más larga donde comenzó, en la Ciudad de México.

Sus efectos invitan a debatir algunos supuestos sobre las interacciones urbanas, la relación entre medios y escuela, las oportunidades y defecciones de los organismos públicos, la sociedad y las empresas de comunicación.

1. ¿Ocaso de las salas de cine?

Con la epidemia, el cierre de salas nos obligó a conformarnos con las películas que se podían rentar en los videocentros, comprar en puestos “piratas” y, para una minoría, descargar de la red. Se hizo evidente que en la “salida al cine” –como en el “comer afuera”- hay componentes de sociabilidad, experiencia urbana y gusto por la gran pantalla que aún sostienen su atractivo.

2. ¿La televisión está sustituyendo a la escuela?

En estas vacaciones obligadas de la epidemia, casi inmediatas a los 15 días de interrupción habitual de clases en Semana Santa, no sólo se desesperaron los padres porque no podían faltar al trabajo y no querían dejar a sus hijos solos. Al preguntarse qué inventar para sacarlos del aburrimiento que les inflingían cinco o siete horas de televisión diaria, interrumpida en muchos hogares por la consulta de noticias en la computadora, videos en YouTube y chateos, al fin también tediosos, aparecieron como indispensables los paseos, el encuentro físico –no sólo digital- con amigos, tareas compartidas en la casa y el valor de la escuela, de su tiempo productivo y su sociabilidad complementaria.

Entre los planes de emergencia para epidemias (o sismos, o cualquier interrupción escolar) tendría que haber programas para que cada maestro pudiera comunicarse digitalmente con sus 20 o 40 alumnos, explicarles los acontecimientos perturbadores en relación con lo que vienen estudiando en biología, ciencias sociales, historia y globalización, y proponerles tareas de investigación en la red. ¿Cuántos maestros de primaria y secundaria tienen los correos electrónicos de sus estudiantes? Se dirá que la mayoría de los hogares de México carecen de computadora e Internet en sus casas.

Quizá esto sea cierto respecto de los alumnos de escuelas públicas, pero no en las privadas. Por supuesto, no vamos a resolver la falta de computadora en la casa, durante una epidemia, amontonando alumnos en ciberbibliotecas; también serían necesarios planes para proveer a cada hogar, con bajos precios, como ya es técnica y económicamente viable, computadoras e Internet como artículos de primera necesidad.

3. ¿Para qué sirven la radio, la televisión e Internet?

Fue innegable el valor de estos tres medios para transmitir rápido y masivamente información, enseñar prevenciones y aprender a comportarnos ante una enfermedad que desconocíamos. Internet sirvió para comunicar a quienes no podían verse, o con amigos alarmados de otras ciudades y países. También permitió –al estar menos controlado que la radio y la televisión- que circulara información alternativa, donde se combinan, como siempre, datos valiosos, interpretaciones no convencionales, y delirios conspirativos, ideológicos o esotéricos que niegan la epidemia y atribuyen su impacto a manipulación gubernamental o de empresas y laboratorios.

La televisión se volvió más monotemática, (salvo los “canales culturales”, 11, 22 y la televisión universitaria), justo en las semanas en que públicos con hábitos diversos –algunos más letrados, otros más audiovisuales, con distintos gustos melodramáticos o épicos- contaban preferentemente con ella no sólo para informarse sobre el Gran Tema sino porque deseaban una oferta más variada para entretenerse.

Encontramos en las pantallas muchas caras que no suelen verse: médicos para responder preguntas y economistas para ir preparándonos sobre el derrumbe del PIB, del turismo y la pérdida de millones de empleos. ¿No podría haber también, como sugirió Raúl Trejo, periodismo de investigación a cargo de antropólogos y sociólogos que han aprendido el lenguaje de los medios y no tienen que improvisar, como muchos periodistas, en los temas de actualidad? ¿O un “noticiero para niños”, según la propuesta de Rossana Reguillo en su blog, que no subestime su inteligencia? ¿O acuerdos con las distribuidoras y exhibidoras de cine para proyectar en la pantalla chica “películas programadas para esta semana en las salas”, con participación de críticos, directores, actores y actrices de primer nivel, seguramente dispuestos a colaborar para que se renueve la programación televisiva?

La abstinencia de consumo cultural en lugares públicos está demostrando que los cines aún son deseados por muchos espectadores, que la televisión como sustituto de la escuela es insuficiente y después de unas horas aburre, que Internet amplía el saber y el entretenimiento pero no nos alcanza para la sociabilidad.

La cultura a domicilio es un avance histórico, pero seguimos necesitando la ciudad, no sólo como espectáculo para el consumo, como lugar de trabajo y viajes fatigantes; también porque, como decía el poeta Luis García Montero, cada persona encuentra ahí “un paisaje urbanizado de sus sentimientos”.

Profesor-investigador en la UAM Iztapalapa, Néstor García Canclini es coordinador del Consejo Consultivo de la AMEDI.

1 comentario:

  1. Muy cierto! la televisión no puede ni debe educarnos, el internet no equipara el contacto fìsico y el cine, no es "un viejo artefacto" al que se le acabò la magia al conocer su funcionamiento, sino que sigue siendo ese universo paralelo que nos abstrae un poco de esta realidad mundana, a veces tediosa y convencional y que nos muestra que en esos lugares donde las demás artes y medios no llegan, como es el caso de la televisión, el cine posibilita y crea, pues después de todo y más allá del título que se le dio de "Séptimo Arte", es y seguirá siendo eso: un arte... para quienes lo spiensen como tal o incluso para quienes no y sólo vean en él un medio más o una cuestión de entretenimiento.

    Arriba la socialización, que con gérmenes y microbios y la constante cotidianidad, no deja de ser nuestra vida ni lo que siempre esperamos tener: una buena plática y besos y abrazos con la gente querida y también con aquellos que sólo conocemos o ubicamos, pero sin los cuales, nada sería igual.

    GINA

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